martes, 9 de diciembre de 2014

Una nueva amistad

¡Hola a todos!

Hoy resulta más sencillo sentarse a escribir. Y os podéis preguntar, ¿por qué? Ahora mismo os explico. Esta mañana me han dado el resultado de mi primer trabajo como estudiante de magisterio infantil y he obtenido una buena nota, por lo tanto estoy bastante contenta. Todo esfuerzo lleva su recompensa.

El trabajo consistía en la redacción de un cuento para niños de Educación Infantil y me hace mucha ilusión compartirlo con vosotros, por tanto, os lo voy a colgar aquí en el post. ;)

Ahí lo tenéis:

          Una nueva amistad

Leticia es madre de un niño y una niña. Ser escritora siempre había sido su vocación desde la infancia. Pero no fue hasta que sus hijos le animaron, cuando tomó la decisión de elegir su verdadera profesión. 
José y Ana, así se llaman sus hijos, tenían la tradición de que antes de acostarse su madre les tenía que contar un cuento. Pero, no valía un cuento cualquiera, tenía que ser inventado por ella misma y además, los protagonistas debían llevar los nombres de sus hijos.
Una noche Leticia, decidió que había que cambiar la temática de los cuentos.Ya habían oído suficientes historias de dragones llamados José y de princesas llamadas Ana. Y así se lo hizo saber a sus hijos:
-Hoy, mis queridos niños, voy a contaros un cuento totalmente diferente a todos aquellos que os he ido contando.
-¿Por qué? –preguntaron los niños muy sorprendidos.
-Porque ya es hora de variar un poco, ¿no creéis? –contestó Leticia.
-Pero, ¡yo quiero que me cuentes una historia sobre la princesa Ana! –exclamó enfadada la niña.
-¡No! De princesas no; del gran dragón José, mamá –replicó el niño.
-¡Siempre estás pensando en dragones, eres un egoísta! –gruñó Ana.
- ¡Mira quién fue a hablar! La que solo quiere escuchar cuentos de princesas –respondió el hermano.
-¡Basta ya! O haréis que me enfade –interrumpió la madre–. Os voy a contar un cuento distinto, porque quiero que entendáis la palabra amistad. Sois hermanos y por eso mismo, os tenéis que querer y compartir una bonita amistad como la que tuvieron la araña Laura y la anciana Begoña.
-¿Quiénes son Laura y Begoña? –Preguntaron los dos hermanos, todavía más sorprendidos que al inicio de la conversación.
-Si estáis calladitos lo sabréis. A eso iba cuando me habéis interrumpido–respondió la escritora.
-¡Venga mamá, cuenta esa historia! –comentó Ana.
-¡Sí, mamá, empieza el cuento! –siguió José.
-¡Vale, allá voy! –dijo alegremente la madre.
* * *
"Había una vez una arañita llamada Laura que vivía en una casa antigua, hecha de ladrillos y altísima. Además en esta casa, había un lugar muy cerca de la ventana que a la arañita le gustaba mucho, ya que era su rincón, ideal para leer o tejer.
La arañita se sentaba en lo alto de la cornisa de la vidriera y tejía sus telarañas: dos puntos por delante y uno del revés. Le gustaba observar a la gente pasar, los niños del parque jugando a la pelota, saltando, montando en bicicleta, etc.
Pero, un día vió a una mujer en el jardín de su casa. Laura salió decidida a ver quién era. Era una señorita vestida muy elegantemente, que llevaba una acreditación en su camisa con su nombre, donde Laura pudo ver que se llamaba Rebeca. En sus manos sostenía un cartel muy grande que ponía: "Se vende".
Rebeca fue a colgar el cartel a la ventana de la arañita y entonces al darse cuenta lo que estaba haciendo la mujer, le comentó:
–¡Hola! Soy Laura y vivo aquí, ¿quién eres tú?
–¡Hola! Soy Rebeca. Trabajo en una inmobiliaria y he venido a colgar el cartel para vender la casa –dijo la chica.
–¿Qué es una inmobiliaria? –preguntó Laura.
- Es un lugar donde vendemos a las familias casas para tener un hogar donde vivir –respondió Rebeca.
–¡Qué alegría! ¡Por fin voy a estar en compañía, estoy muy cansada de vivir sola! –dijo alegremente la arañita.
–¡No te preocupes Laura! Voy a intentar vender la casa lo más rápido posible para que ya no estés sola –comentó la mujer de la inmobilaria.
–¡Muchísimas gracias! –dijo la arañita muy contenta.
Rebeca se fue, pero, tardó mucho en volver, casi más de un año. Pero cuando volvió no lo hizo sola, sino en compañía de una anciana. Una mujer delgada y encorbada,llenita toda ella de arrugas. Aún así, debajo de todas esas arrugas se le veía muyhermosa. Tenía una sonrisa cálida y... ¡un enorme moño blanco! El moño eraaltísimo, exageradamente grande para una mujer tan pequeñita. La anciana entró ala casa con Rebeca y dijo:
–La casa es muy grande pero tiene muchas telerañas. Aquí debe hacer muchotiempo que no vive nadie.  No sé si me quedaré a vivir aquí. De repente, en el silencio de la enorme sala se oyó un sollozo. Era la arañita Laura, triste porque se volvía a quedar sola.
La ancianita la oyó y se acercó a la cornisa, donde siempre se posaba a tejer la arañita. Allí estaba Laura llorando.
–¡Hola! Me llamo Begoña, ¿qué te ocurre? –preguntó la anciana.
–Usted se va a ir; a nadie le gusta las telarañas que tejo y me voy a volver a quedar sola –dijo la arañita.
–No llores más bonita, a mí también me gusta tejer. Y esta ventana es muy cálida, ideal para poner mi sillón –dijo la mujer del moño extravagante sonriendo ycogiendo a la arañita entre sus brazos.
–Pero... soy muy mayor y con tanta telaraña puedo tropezar. Además no tengo edad para limpiar tanto.
Se hizo un breve silencio.
–Pero...¡se me ocurre una idea! –dijo la ancianita –. ¿Podrías dejar de tejer?
–¡No! No sé hacer otra cosa –contestó la arañita–. Además, yo también estoy muy mayor y necesito de blanditas telas para descansar.
La mujer siguió pensando...
–¡Ya lo tengo! Te propongo un trato, si tú no tejes telarañas, te dejaré dormir en mi gran moño –comentó Begoña.
–Pero, si no tejo... –dijo Laura.
–¡Espera arañita, espera! Como estoy tan mayor, me cuesta peinarme y viendo lo bien que tejes, podrías usar mi moño para peinarme.
La cara de la arañita se iluminó y dijo:
–¡Siiií! ¡Trato hecho!
Así pasaron los días, Begoña se sentaba en su enorme sillón a tejer y mientras nuestra arañita Laura se posaba en su largo y grande moño y le peinaba. A partir de ese momento, surgió una nueva amistad entre las dos. Se hicieron tan amigas que no se separaron una de la otra.
* * *
 –Y colorín colorado, este cuento... –dijo la madre.
–¡Se ha acabado! –exclamaron de felicidad los niños.
–¡Me ha encantado, mamá! –comentó la niña de alegría.
–¡Sí, ha sido una historia muy bonita! –continuó José.
–Me alegro que os haya gustado, mis niños. Por cierto, ¿habéis entendido el significado de la palabra amistad? –preguntó la madre.
–¡Siií! –contestaron los hermanos al mismo tiempo.
–La amistad es poder ser feliz con otra persona aún no siendo iguales, ni teniendo los mismos gustos. Y nosotros tenemos que querernos aunque no nos gusten las mismas cosas –dijo Ana.
–¡Exacto! Laura era un insecto y Begoña era una persona. A una le gustaba tener la casa llena de telarañas y a la otra perfería tener la casa más recogida, pero, aun así, pudieron ponerse de acuerdo con un trato y empezaron a ser amigas, como nosotros, que tenemos que empezar una nueva amistad –apuntó José.
–¡Qué listos son mis hijos! –argumentó felizmente la madre.
–Y tú eres una gran madre que cuenta unas historias muy bonitas, deberías ser escritora, mamá –dijeron los niños.
-¡Buenas noches, queridos míos! –finalizó Leticia.
Y así fue como Leticia empezó a plantearse si debería empezar a trabajar en la profesión de ser escritora; esa escritora que siempre había querido ser.
Espero que lo hayáis disfrutado. Si alguno tiene hijos y le ha gustado, le doy permiso para que se lo pueda contar. ;)  Un abrazo para todos los que leéis el blog y para aquellos que habéis entrado por curiosidad.

Gracias por estar ahí,

Rocío

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